A
estas alturas, el objetivo de cualquier centro educativo no debe ser crecer en
alumnos, sino crecer con los alumnos. Esa será la máxima garantía de perdurar
en el tiempo. Esa debe ser la aspiración y el reto en un momento en el que no
resulta tarea fácil.
Si
hacemos una rápida radiografía del contexto en el que nos encontramos en el
plano educativo, podemos resumirlo en una serie de etiquetas o clichés que bien
conocemos todos: desempleo, descenso de la natalidad, gobierno en funciones,
crisis, imposición de ‘lo nuevo’ como exigencia de la sociedad del momento,
competencia desmedida y mimética y menos ratio de alumnos.
Toda
esta coyuntura de incertidumbre debería encender las luces de alerta ante las
nuevas exigencias a las que se enfrentan los centros educativos.
Más
que nunca deben estar preparados para cambiar las cosas, tomar decisiones,
permanecer atentos, poder dar respuestas, mirando de reojo a la competencia,
animando y generando líderes dentro de su organización, solo así estarán en
disposición de atender las demandas de padres y alumnos que se convierten en
una nueva tipología de clientes.
¿En
qué han cambiado frente a los clientes de antaño? Pues ahora reclaman una
atención personalizada, ya no se encorsetan en estructuras familiares
tradicionales, se muestran desconfiados porque, a priori, disponen de mucha más
información, son impacientes, sin tiempo de escucha, quieren más por menos y su
fidelidad se ha puesto muy cara.
Los convencionalismos de finales
del siglo XIX o que pervivieron a lo largo del siglo XX, son cosa del pasado y
aquello de enseñar en el cole y educar en casa ya no es una verdad irrefutable
tras los cambios sociales, laborales y económicos.
¿Qué se impone, por tanto, en la
educación escolar de nuestros días? Desde luego, algo más que enseñar
conocimientos… Me atrevería a decir que competencias y habilidades, adquieren
un rol importante, pero también aspectos básicos que creíamos aprendidos, y de
los que no debemos alarmarnos, si no están adquiridos, alguien tendrá que fomentarlos
y la escuela tiene todos los puntos para ello. Cuestiones como: enseñar a
comer, higiene personal, enseñar a respetar horarios, enseñar a emplear de
manera óptima el tiempo, crear hábitos y conductas responsables, cubrir,
incluso, necesidades de afecto y estar alerta y detectar problemas de salud, de
relaciones sociales o cualesquiera que sean.
No
debemos renunciar a la EDUCACIÓN en mayúsculas, está claro que es una función
dual (casa y colegio), por ello debemos estar preparados para llegar donde no
llegue una de las partes.
Entender
la realidad de nuestra sociedad actual y poner los medios para salvaguardar la
educación es lo que nos permitirá innovar, y si innovamos, creceremos.
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